martes, octubre 03, 2006

Mis viejas salas de cine II


Una buena parte de las salas de cine que visité en mi infancia no son ahora más que un puñado de polvo y viento (¡que mamila amanecí hoy!), pero alguno de los viejos galerones que en su momento fueron salas populacheros se convirtieron en espacios para el desarrollo de cultos de carácter religioso. Por ejemplo, el otrora Cine México, ubicado por la calle de Tolsá (ahora Enrique Díaz de León), se ha convertido en una de las sedes de "Pare de estar fregando", perdón "Pare de sufrir". Igual suerte han corrido el cine Azteca, el Cinema Colonial (¿en que otro cine del mundo se podía ver una de Alfonso Zayas y una de Wolfgang Petersen en la misma función?), y otras tanatas más no sólo aquí, sino en cualquier ciudad de este país.

Lo irónico de esto es que, si bien los cines eran un espacio para dar rienda suelta a las ilusiones y creer, aunque fuera por un rato, en el mundo de la fantasía, actualmente, y pese al cambio de giro, las ilusiones y la fantasía siguen ahí. Lástima que ya no vendan palomitas, pon-pons, semillas de calabaza, cacahuate garapiñado o gomitas de engrudo.

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